16 de abril de 2015

El triunfo de la vida (IX)


Casandra ya había llegado a casa de su marido y Salim le presentó a toda su familia. Eran dos hermanas y cuatro hermanos. Después de la presentación, Casandra pasó al salón y saludó a sus suegros. Casandra pensó que la casa donde tendría que vivir era muy pequeña, y tenía que compartirla con toda la familia del novio.

Una de sus cuñadas, llamada Haicha, le dejó un cuarto donde pasar la primera noche de boda con Salim, y así fue. Al día siguiente, Salim salió a viajar. Casandra le preparó la maleta y él se la rechazó, diciéndole:

-No te preocupes, Casandra, no necesito nada. Todo lo tengo en casa de una amiga. Ella es de Inglaterra, y me dejará vivir en su casa. Ya volveré. Te dejo como encargo que cuides de mis hermanos.

Salim se despidió de sus padres y hermanos. A las hermanas les pareció raro que un día después de su boda Salim viajara solo, pero Casandra no sabía nada. Creía que era normal que Salim viajara a Inglaterra a casa de una amiga.

Salim se marchó, y sus cuñadas Haicha y Fatima se reían de ella. Al anochecer, Casandra se acercó a la ventana de su cuarto para observar la luna y las estrellas. De repente, empezó a recordar todo su pasado y a compararlo con el presente. Se dio cuenta de lo rápido que había ocurrido todo; era tremendo. Recordó cuando se levantaba temprano para ir al instituto con sus amigas, y viajaban con las monjas... Pero ya era tarde. Salim le había prohibido todas esas cosas. Se sintió muy arrepentida, y deseó volver a aquel tiempo tan hermoso en el que bajaba hasta el centro en busca de "historias reales". Horas después, Csandra se quedó dormida y muy sola.

Por la mañana, le despertaron unos golpes en la puerta. Eran sus cuñadas, que gritaban:

- ¡Casandra, nosotras vamos a salir! ¡Te dejamos a cargo de la casa!

En un momento, Casandra se colocó firme y preparó el desayuno a todos sus cuñados y a sus suegros. Su suegra le ofreció ropa vieja para que pudiera limpiar la casa. A ella, que no sabía nada de la vida, le parecía todo normal, y les obedecía en todo lo que le mandaban.

Cuando terminó de limpiar, uno de sus cuñados le dijo:

- ¡Oh, vaya, cómo has dejado la casa! ¡Y todo tú sola!

Era su cuñado Hamed, que empezaba a enamorarse de ella, aunque era un amor imposible. Días más tarde, Hamed se lo confesó, y le dijo que si Casandra lo aceptaba, era capaz de matar a su hermano Salim. Entonces, Casandra se dio cuenta de que todos los hermanos y hermanas eran de la misma calaña que Salim.


(Continuará)


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