Érase un rey que tenía
un gran rebaño de elefantes,
un palacio sin ventanas
y un país sin habitantes.
Érase un rey solitario
de una corte sin princesa,
de una alcoba sin espejos
de un lecho sin compañera.
Érase un rey que querría
ser mejor que rey, poeta,
funcionario de aduanas
o quizás anacoreta.
Vendería su corona
por ser un rey de opereta
licántropo en plenilunio
o juglar de discoteca.
Érase un rey que tenía
una gran rebaño de elefantes
paseando por salones
de un país sin habitantes.
Érase un rey prisionero
de un palacio sin ventanas,
de una alcoba sin espejos,
de una noche sin mañana.
Érase un rey que tenía
un cofre lleno de nada,
un gran tesoro de ilusiones
y un tarro de yerbas malas.
Hilario Camacho (1972)