3 de marzo de 2013

Botín de guerra

A veces encontraba en el Ivory a Rafael Méndez, que era amigo de Federico y me había prometido presentármelo. Con él hablamos de la poesía de Lorca y del impacto del Romancero. Por esos días habían surgido recitadores como González Marín, que basaban sus recitales en el Romancero y lo popularizaron en España y América de una forma increíble. Estas actuaciones proporcionaron a Federico mayor fama y buen dinero, pero el poeta no se sentía halagado con tanta gitanería, porque su mundo espiritual estaba en otras dimensiones artísticas. Un día, por fin, Rafel Méndez me presentó al poeta, pero fue algo muy breve y circunstancial. Luego lo saludaría algunas veces, pero sin intimar nunca, porque él estaba en otras cosas. Yo igual me sentía feliz con solo haber estrechado su mano. Yo tenía ya venticuatro años y para ciertas emociones todavía era un chiquillo. Federico, no obstante su permanente cara de niño, ya había cumplido treinta y cuatro. ¡Qué horrible resulta ahora pensar que solo le quedaban cuatro años de vida! ¡Cuánto más pudo vivir y cuántas cosas geniales pudo habernos dejado!


Miguel de Molina

Botín de guerra (Autobiografía)

Almuzara, 2012