Érase una vez en pleno verano un zorro que estaba desmayado de hambre. Subió a un monte y vio a unos agricultores sembrando y un burro que bajaba la cuesta cargado con una olla llena de cuscus. El zorro se acercó al burro fingiendo que le dolía la pierna. El burro le preguntó:
- ¿Qué te pasa?
- No sé, tengo un dolor insoportable en la pierna. Si me pudieras bajar la cuesta...
El burro lo cogió y lo montó. Entonces el zorro destapó la tapa de la olla y se puso a comer. Cuando terminó de comer gritó al burro:
- ¡Para! Bájame aquí na más.
Cuando el burro llegó hasta los agricultores, levantaron la tapadera de la olla y no encontraron nada. Le preguntaron al burro:
- ¿Dónde está la comida?
- ¡El zorro me la ha jugado! - gritaba el burro.
Los agricultores empezaron a pegar al burro, que salió huyendo y empezó a buscar al zorro. Cuando lo encontró se lo llevó a los agricultores, que le metieron una paliza.
De la rabia que tenía, el zorro empezó a correr hasta que se encontró un erizo, se hicieron amigos y lo convenció para ir a robar a un huerto de sandías. Se metieron por un agujero y empezaron a robar y a comer. El erizo comía y comprobaba si aún cabía por el agujero, pero el zorro sólo comía hasta que se le infló la barriga. Entonces llegó el dueño de las sandías y el erizo pudo escapar, pero el zorro no pudo salir porque ya no cabía por el agujero. El hombre cogió al zorro por la cola, le dio vueltas y vueltas y lo lanzó lejos.
De la rabia que tenía, el zorro empezó a correr hasta que se encontró un erizo, se hicieron amigos y lo convenció para ir a robar a un huerto de sandías. Se metieron por un agujero y empezaron a robar y a comer. El erizo comía y comprobaba si aún cabía por el agujero, pero el zorro sólo comía hasta que se le infló la barriga. Entonces llegó el dueño de las sandías y el erizo pudo escapar, pero el zorro no pudo salir porque ya no cabía por el agujero. El hombre cogió al zorro por la cola, le dio vueltas y vueltas y lo lanzó lejos.
Al día siguiente se volvieron a encontrar el erizo y el zorro, y el erizo le dijo:
- Vamos a robar a un huerto de habas, pero ese huerto está muy hondo. Tú quédate aquí, yo bajo y lleno los sacos. Pero el último saco del último viaje dáselo a mis hijos.
El erizo bajó y llenó los sacos, y el zorro los subía por la cuesta. Pero el erizo no confiaba en el zorro, se metió en el último saco y se cubrió con las habas. El zorro recogió el último viaje y se puso a caminar hasta que se encontró con los hijos del erizo.
- ¿Has visto a nuestro padre? - le preguntaron.
- No lo he visto -, respondió el zorro.
Entonces el erizo saltó del saco y gritó: - ¡No engañes a mis hijos!
Contado por Yunes Cervantes (2º E ESO)