Érase una vez un chico hidalgo muy humilde que se llamaba Quijote. Vivía en un molino con su amigo Sancho Panza. Quijote era un caballero que enloquecía a las mujeres, y como luchaba con su caballo y su espada, tenía un escudero que era Sancho Panza, que iba en burro.
Quijote aprendió a luchar muy bien gracias a los libros que leyó de caballería. Todos los días iba a dar un paseo con su escudero, pero Sancho no era muy afortunado con las mujeres. Era un poco humilde: le gustaba comer mucho, pero no tenía dinero. Eran muy pobres, ganaban dinero de una forma... Cuando luchaban y ganaban cogían el dinero de los enemigos caídos en el suelo. Con eso compraban algo para poder comer, y así hacían todos los días.
Quijote amaba a una mujer idealizada que se llamaba Dulcinea. Un día se puso contento y se lo dijo a su escudero Sancho, que se rio. Quijote fue para Dulcinea y le pidió una cita. Dulcinea se lo pensó un rato y le dijo que sí. Quijote fue al molino muy contento y le dijo al escudero que Dulcinea le había dicho que sí.
- Es guapa, bella y muy humilde -, le dijo.
Sancho no se lo creyó hasta que lo vio con sus propios ojos, pillándose de la menor, y luego se lo creyó.
- Es guapa, bella y muy humilde -, le dijo.
Sancho no se lo creyó hasta que lo vio con sus propios ojos, pillándose de la menor, y luego se lo creyó.
Gafur (2º C ESO)