2 de agosto de 2015

El triunfo de la vida (y XV)


Para Casandra suponía una de las peores noticias que podía recibir, pero fingió estar feliz ante el médico que le dio el resultado. Nada más salir, vio a Montserrat que se dirigía hacia ella, y no pudo resistir el llanto. Salió corriendo de Urgencias, hasta que Montserrat le gritó:

- ¡Muchacha, tranquilízate, por Dios! ¿Por qué has salido corriendo?

Casandra prefería hablar en casa. Cuando llegaron, la anciana la sentó en un sillón del salón, intentando calmarla con caricias. Casandra repetía:

- Estoy embarazada, estoy esperando un bebé de Salim.

Montserrat se extrañaba mucho de aquella forma de comportarse de Casandra, y le dijo:

- Casandra, pero eso es algo maravilloso. Por tu reacción, parece algo malo. ¿Y quién es Salim?

- Es un hombre duro, malo y sin dignidad. Y lo peor de todo, ese hombre es mi marido-. Casandra se echó a llorar amargamente mientras le contaba toda su historia con Salim y sus cuñadas. La anciana lloraba con ella.

- Muchachita, ¿cómo conseguiste escapar? ¿Por qué no te divorciaste?

- Tenía mucho miedo de llegar al divorcio, y no quería que mi madre se enterase de todo lo sucedido. - Casandra siguió contando sus recuerdos.- Todos me odiaban en esa casa. Solo mi suegro se portaba bien. Él fue quien me ayudó a escapar mientras todos dormían y me dio algo de dinero para el viaje. 

Montserrat sentía tanta lástima que se le agotaron las palabras. Nunca se imaginó que una jovencita como Casandra hubiese podido sufrir tanto.

- ¿Qué piensas hacer ahora?

- Seguir luchando y no darme por vencida. Yo creo que lo peor ya pasó, ahora me quedaré aquí, hasta que cumpla los ocho meses de embarazo. Entonces tendré que regresar con Salim. En cuanto a mi tía Rajae, creo que ya no necesito su ayuda.

Montserrat se preocupó mucho por las palabras de Casandra. Tenía miedo de que le pudiera suceder algo peor si regresaba con Salim.

- ¿Por qué quieres volver con él? Aunque el bebé que esperas sea suyo, no puedo permitir que vuelvas con esa gente, que ni te daban de comer.

- No te preocupes, Montserrat, -contestó Casandra-. Cuando regrese no dejaré que nadie me haga daño. Estoy segura de que las cosas cambiarán, no serán igual. Sé que Salim está arrepentido.

A Montserrat le pareció sorprendente la determinación de las palabras de Casandra. Entonces aceptó su decisión y siguieron conviviendo juntas y con normalidad.

FIN


En Marruecos


Asmae Bouzarioh Lahbib

Grupo 1º BAC 


Ver capítulos anteriores