Estaba Melibea en casa con su padre...
PLEBERIO: Melibea, por favor, ve a la biblioteca y consígueme los mejores libros que hablen sobre el amor.
MELIBEA: Pero padre, ¿por qué quieres unos libros así?
PLEBERIO: Hace tanto que quedé viudo de tu madre, que se me olvidó cómo era el amor.
MELIBEA: Padre, el amor ya te lo doy yo.
PLEBERIO: Sí, hija, pero hay distintos tipos de amor; el de los hijos no es como el de la pareja.
MELIBEA: Ya comprendo, padre. Espero que algún día yo también me enamore.
(Tocan en la puerta)
PLEBERIO: No te preocupes, hija, ya voy yo a abrir la puerta. Tú sigue buscando los libros.
(Abre la puerta y se encuentra a una mujer cargada con una cesta de rosas)
PLEBERIO: Hola, ¿es que vende usted flores?
AREÚSA: Soy Areúsa, y reparto flores a las personas que más me gustan, y ese eres tú.
PLEBERIO: (Ríe) ¡Ja, ja, ja! ¡Cúanto timepo hace que no escucho eso de ninguna mujer! Yo soy Pleberio, estoy viudo y tengo una hija. ¿A qué te dedicas tú?
AREÚSA: Si me invitas a tomar café te explico a qué me dedico.
(Entra Melibea)
MELIBEA: Padre, ya tengo los libros que buscabas, y creo que son los más bonitos y románticos.
PLEBERIO: Mira hija, te presento a Areúsa.
(Melibea la saluda y deja los libros encima de la mesa, que con curiosidad coge Areúsa)
AREÚSA: ¿De qué tratan estos libros? Porque yo nunca leí sobre el amor; para mí no significa nada.
PLEBERIO: El amor es algo muy importante y maravilloso.
AREÚSA: Pues mi madre me enseñó más bien cosas de mi profesión.
PLEBERIO: Creo que nos llevaremos charlando bastante rato...
Areúsa le habla de su madre Celestina, que era alcahueta, pero Areúsa estaba dudando entre el amor y su profesión, pues se enamoró de Pleberio desde la primera vez. Pleberio le recordó bien el amor que hacía tanto tiempo que no sentía.
MELIBEA: Me alegro, padre, de que por fin puedas rehacer tu vida. Mi madre murió siendo yo una niña, y tienes derecho a rehacer tu vida.
Pleberio y Areúsa se comprenden y se aman sobre todas las cosas.
MELIBEA: Voy a salir a comprar algo para celebrar vuestro encuentro. (Sale)
Estando en la calle, Melibea tropieza y se le cae la tartita que compró para celebrar con su padre y Areúsa. La tarta cae junto a los pies de Calisto.
CALISTO: ¡Oh, jovencita, lo siento! ¡Qué tartita más bonita se desperdició!
MELIBEA: ¡Qué pena! Era para celebrar el final feliz de unos enmaorados.
CALISTO: ¡Qué bonito! Me gustaría colaborar.
MELIBEA: ¿Y cómo, si ni siquiera nos conocemos?
CALISTO: Pues ya nos conocemos: Soy Calisto. (Melibea se va)
CELESTINA: Hola, Centurio. ¿Qué te trae por aquí?
CENTURIO: Pues como de costumbre, Calisto necesita que lo ayudemos.
CELESTINA: Si quiere que le ayude que me mande dos criados.
CENTURIO: Pues muy bien, porque Calisto los tiene preparados. Él te conoce muy bien y sabe siempre lo que a ti te gusta.
CELESTINA: Hola, Calisto, algo te trae por aquí. Tus ojos brillan más que otras veces.
CALISTO: Pues sí. Nunca te equivocas. Tengo a los dos criados que querías: Sempronio y Pármeno.
CELESTINA: Muy bien.
CELESTINA: ¡Manos a la obra!
CALISTO: Al fin terminé. Creo que Melibea se enamorará de mí cuando vea la casita frente a su ventana y rodeada de nidos de pajaritos.
MELIBEA: ¡Qué bonita casita me prepara Calisto como regalo! ¡Pues iré a la cita que me ha pedido!
Asma Bouzarioh Lahbib
CALISTO: ¡Qué bonito! Me gustaría colaborar.
MELIBEA: ¿Y cómo, si ni siquiera nos conocemos?
CALISTO: Pues ya nos conocemos: Soy Calisto. (Melibea se va)
Pasaron unos días y a Calisto no se le quita de la cabeza la carita de Melibea. Se enamoró a primera vista de ella, pero se dio cuenta de que a ella no le interesaba nada, y pensó en la manera de conquistarla. Compró una joya muy valiosa que sorprendería a cualquier mujer y buscó a alguien que pudiera ayudarlo. Recordó que tenía por amiga a Celestina, pero era su amigo Centurio quien llevaba los recados a Celestina.
CELESTINA: Hola, Centurio. ¿Qué te trae por aquí?
CENTURIO: Pues como de costumbre, Calisto necesita que lo ayudemos.
CELESTINA: Si quiere que le ayude que me mande dos criados.
CENTURIO: Pues muy bien, porque Calisto los tiene preparados. Él te conoce muy bien y sabe siempre lo que a ti te gusta.
(Llega Calisto con dos sirvientes)
CELESTINA: Hola, Calisto, algo te trae por aquí. Tus ojos brillan más que otras veces.
CALISTO: Pues sí. Nunca te equivocas. Tengo a los dos criados que querías: Sempronio y Pármeno.
CELESTINA: Muy bien.
Calisto le contó a Celestina todo acerca de la chica Melibea, a la que quería conquistar con todo su corazón. Celestina lo comprende.
CELESTINA: ¡Manos a la obra!
Sempronio y Pármeno trabajaron para Celestina, fabricando una casita en lo alto de un árbol, rodeada de muchos nidos de pajaritos, porque eso era lo que le gustaba a Melibea. Dentro de esa casita había un hermoso collar de oro y brillantes rodeado de unas rosas rojas.
CALISTO: Al fin terminé. Creo que Melibea se enamorará de mí cuando vea la casita frente a su ventana y rodeada de nidos de pajaritos.
MELIBEA: ¡Qué bonita casita me prepara Calisto como regalo! ¡Pues iré a la cita que me ha pedido!
Cuando subía por las escaleras, Calisto tropieza y se mata al caer desde lo alto del árbol. Melibea, al verlo, se asusta, cae y muere también. Y esa fue la desgracia.
Asma Bouzarioh Lahbib
Grupo 2º C ESO
IES RUSADIR, 2011-12