18 de marzo de 2016

Un problema que dura quinientos años

No podemos conformarnos con tener encerrados en un aula hasta los 16 años a unos determinados alumnos que no quieren permanecer allí, impartirles unas materias que no les interesan porque les resultan abrumadoras e inalcanzables y aplicarles como única medida correctora cuando cometen una falta de disciplina la expulsión del centro de hasta un mes de duración (podrás suponer que durante este castigo ni se quedan en casa ni trabajan la tarea que se les facilita). Tampoco podemos aceptar que el protocolo de absentismo, con el que se trata de combatir las numerosas faltas de asistencia al centro educativo de ciertos alumnos, sea lento e ineficaz hasta la desesperación, porque conjuga dos de los elementos característicos de nuestra administración pública: la burocracia exasperante y la falta de personal allí donde es más necesario.


Las consecuencias de estas situaciones no tardarán en hacerse notar, como ya profetizó santo Tomás Moro hace 500 años en su libro Utopía, afirmando lo siguiente sobre los jóvenes que la necesidad o la desgracia han convertido en ladrones: "Porque, decidme: si dejáis que sean mal educados y corrompidos en sus costumbres desde niños, para castigarlos ya de hombres, por los delitos que desde su infancia se preveía tendrían lugar, ¿qué otra cosa hacéis más que engendrar ladrones para después castigarlos?"


Antonio Molina Burgos


Profesor de Matemáticas