14 de noviembre de 2014

De lo nuestro

Si tú me pidieras que escribiera de lo nuestro
es una oración condicional
(mejorable, sin duda, en el estilo),
inconcebible en esta maraña de hojas
aferradas a su árbol, a condición tan sólo
de la luz que vivifica;
la misma luz, fíjate, que nos vivifica.
Si tú me lo pidieras, yo podría decir palabras como acentos,
elevar sílabas al infinito;
podría, como otros,
decir casa, camino, mano,
encrucijada,
por no hablar de los adverbios
que acompañan al amor cuando es un acto.
Por ti, si tú me lo pidieras, podría
describir el pasillo de la casa
que nos mira con ojos achinados, allá en el fondo,
revueltos, sin orden, sudorosos.
Y seguir así, buscando anáforas
con que preñar nuestro ego de amantes
que se aman con los dientes;
sin terminar nunca los discursos,
porque tú bien sabes que no hay nada peor
para el amor
que una oración adversativa.
Así que seguiría escribiendo —claro está,
si tú me lo pidieras— palabras
como manos, sin lugar a dudas, manos
que se abren y se cierran al mundo;
palabras largas y sonoras
como esperanza,
como ESPERANZA NUESTRA,
que resulta más simbólico.
Todo por encontrar una verdad (qué se yo,
¿superlativa?) que cierre
esta dialéctica gastada,
posible, deliciosa, futurible,
de decir si tú. 

Rosario Pérez Cabaña