Érase una vez un castillo en el que vivía una princesa sola, sin padre ni madre, sólo con sus sirvientes.
Un día, un mago enemigo de su difunto padre descubrió que Martín, el padre de la bella princesa, le había dejado toda la herencia a ella y a su prometido.
El mago maldijo a la princesa y la convirtió en una princesa fea. Ana Lucía, que así se llamaba, se miró al espejo y vio que se había convertido en una bruja vieja y fea. Se echó cremas pero no le sirvieron de nada.
La maldición no se deshacía, y llegó el momento en que el príncipe vino para casarse con la Ana Lucía. Cuando entró en el castillo y vio a la princesa con la corona, le dijo:
- Tú no eres la princesa, ¿verdad?
- Sí, soy yo - le contestó Ana Lucía. La princesa convertida en vieja le contó toda la historia. El príncipe no la creía, y Ana Lucía empezó a llorar y a llorar y el rostro de la princesa se recuperó y volvió a ser bella.
Al mago lo encerraron en una celda y fueron felices para siempre y comieron perdices.
Fatima Mimun (2º E ESO)