El pasado mes de febrero tuvo lugar un esperpéntico suceso en Valencia: al filo de la medianoche del domingo 21, se encontraban charlando en la calle dos miembros de familias rivales, cuando a uno de ellos se le escapó una flatulencia que fue correspondida de inmediato por el otro muchacho (no sabía que existiera esta habilidad de expulsar ventosidades a voluntad). Se acusaron mutuamente de haber comenzado tan infrecuente duelo gaseoso, los ánimos se fueron acalorando y, en un abrir y cerrar de ojos, la riña se había convertido en multitudinaria. El punto y final de la reyerta lo pusieron unos disparos, de origen incierto, que provocaron que dos personas (padre e hijo) fueran ingresados de urgencia con heridas de bala en la UCI de un hospital cercano. Afortunadamente, ninguno de los dos falleció.
¿Y si prosiguen con los pedos hasta quedarse vacíos? ¿Y si la pelea la gana el que más veces logra expulsar sus gases intestinales? A veces, el “ojo por ojo” que tanto despreciamos, se me antoja como la primera salida de emergencia para huir de situaciones en las que se vislumbra un desenlace violento.
Antonio Molina Burgos
Profesor de Matemáticas