26 de marzo de 2014

Azorín

«Nuestro atraso cultural se evidencia cuando nos comparamos con otras naciones. Aún no se han impuesto aquí con toda fuerza el derecho, la libertad, el deber. La tierra clásica del honor es la tierra de la arbitrariedad: en política, en el caciquismo deshonroso; en literatura, el elogio interesado y la censura rencorosa.

Se duda de si la ley del progreso es una verdad en España. La apatía nos ata las manos: callamos ante la injusticia y confirmamos las palabras del ilustro arzobispo De Pradt: “La geografía ha cometido un error colocando a España en Europa, porque pertenece a África. Sangre, costumbres, lengua, manera de vivir y de luchar, todo en España es africano”. El militarismo nos ahoga, la marea de la reacción religiosa va subiendo. Espíritus enérgicos, que trabajaron siempre por la ciencia y el arte libres se rinden a un sentimentalismo religioso que antaño les hacía reír. Revolucionarios de toda la vida, vuelven su cara atrás y refunden su programa sobre las bases de la Iglesia y el Ejército.
(...)
Dejemos los entusiasmos exagerados y el lirismo del mal gusto. La época de las declamaciones ha pasado. Necesitamos ahora científicos. El triunfo de las nuevas ideas vendrá por la ciencia. Haga la iniciativa privada y particular lo que el Estado no hace: Fúndense instituciones para la enseñanza, laboratorios para científicos, escuelas donde el obrero aprenda a ser hombre y a hacer efectivos sus derechos. Que aprenda el obrero a desconfiar de los apóstoles del falso socialismo; que medite que el credo católico es incompatible con las aspiraciones del mundo que trabaja.» 

Azorín, 1895