Una mujer llamada Rachida, joven, guapa y muy trabajadora, era la quinta de nueve hermanos. Trabajaba en la casa de una mujer llamada Belén, esposa de un coronel y madre de dos niños hermosos cuyos nombres eran Alejandro y Rocío.
Rachida trabajaba cinco días a la semana en casa de Belén. La trataba muy bien, porque sabía que era una mujer buena y trabajadora. Ella lavaba los platos, cocinaba, hacía la colada, cuidaba a los niños… Rocío, la hija de Belén, era muy rebelde y no dejaba que Rachida la peinara, y cuando iba a vestirla siempre acababan riñendo.
Por aquel tiempo, Rachida empezó a salir con un chico llamado Mimon. Era de Marruecos y venía a Melilla a sacar contrabando para ganarse la vida. Mimon era muy celoso, aunque no lo demostraba. Ella, como trabajaba, le compraba ropa, zapatos y a veces le daba dinero, pero Mimon se lo gastaba en bebidas alcohólicas y en tabaco junto a sus amigos.
Rachida lo quería hasta tal punto que se casó con él. Se casaron a lo grande, pero todo lo pagó Rachida, claro.
El día de la boda, cuando le tocaba recoger a la novia, Mimon iba con unas copas de más. Al querer cruzar la frontera, los policías no quisieron dejarle pasar por el estado en el que estaba. Como Mimon no sabía hablar español, hizo lo primero que se le ocurrió para que le dejaran pasar: se puso a cantar y a bailar. Los agentes, divertidos, pensaron que quería entrar para ir a una discoteca, hasta que un policía marroquí vio lo que pasaba y acudió para ver en qué lo podía ayudar.
Entonces Mimon le dijo que tenía que ir a recoger a la novia y los policías españoles lo dejaron pasar a él y a sus familiares.
(Continuará)
2º D ESO