
El policía se quedó mirándola fijamente mientras ella se marchaba. Se sentía perdida, y se acercaba la noche. Casandra buscaba cobijo cuando empezó a soplar un fuerte viento seguido de una tormenta. A Casandra no le quedaba tiempo para buscar refugio; no quería mojarse, porque no tenía ropa para cambiarse.
Frente suya encontró un hotel, y no tuvo más remedio que acercarse y entrar. Nada más entrar, se encontró con Rubén, el dueño del hotel. Era un hotel de cinco estrellas, el más lujoso de la ciudad; todo brillaba a su alrededor.
Rubén vio a Casandra toda sucia, con el vestido gastado y medio roto, y creyó que se trataba de una mendiga.
- Hola, me llamo Casandra, ¿usted trabaja aquí? -preguntó Casandra.
- Soy el dueño; me llamo Rubén. ¿Qué necesitas, jovencita?
- Necesito que me deje pasar la noche en este hotel, por favor. No tengo dónde ir esta noche y está lloviendo.
Rubén vio a Casandra toda sucia, con el vestido gastado y medio roto, y creyó que se trataba de una mendiga.
- Hola, me llamo Casandra, ¿usted trabaja aquí? -preguntó Casandra.
- Soy el dueño; me llamo Rubén. ¿Qué necesitas, jovencita?
- Necesito que me deje pasar la noche en este hotel, por favor. No tengo dónde ir esta noche y está lloviendo.
Rubén se quedó un rato mirándola, sin decir palabra alguna. El hotel estaba muy silencioso y se escuchaba soplar el viento. Casandra se sentía muy cansada, rendida de sueño, y bostezó durante ese instante de silencio. Rubén aceptó dejarla dormir en su hotel y la llevó a la mejor habitación. Casandra entró con la cabeza agachada; sentía mucha vergüenza porque no sabía cómo darle las gracias. Rubén cerró la puerta y fue a tomarse un café.
Al amanecer, Casandra salió de la habitación y rápidamente bajó las escaleras. Al bajar se encontró de nuevo con Rubén. Casandra le dio las gracias de nuevo y ya se marchaba, pero él la detuvo y le ofreció un trabajo en el hotel. Juntos se fueron a una pequeña sala del hotel. Rubén le preguntó quién era y de dónde venía, pero Casandra no le contó toda la verdad porque no quería que nadie conociera su pasado.
Casandra pensaba aceptar ese trabajo porque necesitaba dinero para huir a Alemania. Allí tenía una tía que la podía ayudar en todo. Aceptó el trabajo, pero durante un período de tiempo corto. Quería marcharse lo antes posible porque temía encontrase con alguien conocido.
Una vez que hubo aceptado el puesto de trabajo, le preguntó a Rubén:
- ¿Por qué me escogió precisamente a mí para ser su empleada?
- Porque eres la primera persona que he encontrado, y se nota que necesitas mucho un trabajo. También tu cara me dice que eres de fiar.
A Rubén lo que más le extrañaba era por qué Casandra había aceptado firmar un contrato de tan solo un mes, en vez de tres años como él había pensado.
- Casandra, ¿por qué prefieres firmar por un solo mes de trabajo? -Casandra le pierde la palabra para no tener que contarle su pasado.
- ¿Cuánto me pagará a la semana? -preguntó ella.
- Setenta dólares.
Casandra sonríe; piensa que es su ficiente para para satisfacer sus peqeñas necesidades de momento y ahorrar para llegar a Alemania.
Horas después, Rubén le ofrece ropa de trabajo y Casandra comenzó a ordenar habitaciones. No necesitaba que nadie le enseñara nada sobre aquel trabajo, pues ella lo sabía hacer todo. Recordaba lo bien que limpiaba y ordenaba la casa en la que había vivido con su marido Salim y sus cuñadas.
(Continuará)