28 de junio de 2010

La cabeza del rey don Pedro



LEYENDA DE LA CIUDAD DE SEVILLA

El diccionario de la R.A.E., define el término “leyenda”, en su acepción cuarta, como “relación de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos”. Esto es exactamente una leyenda: unos hechos históricos en su origen, que la tradición oral ha convertido en hechos maravillosos, mágicos o misteriosos.

En Sevilla, ciudad muy antigua y de mucha riqueza histórica, abundan las leyendas: hechos verdaderos que afectaron al pueblo por su trascendencia o gravedad, y que el mismo pueblo acabó transformándolos en leyendas al contarlos de boca en boca.

Una de esas leyendas se refiere a Pedro I, rey de Castilla a mediados del siglo XIV, llamado “el cruel” o “el justiciero”, por la dureza de los castigos que imponía. Fue un buen rey para Castilla en general, y para Sevilla en particular, ciudad donde pasó la mayor parte de su vida, y donde está enterrado, tanto él como su madre. Hasta aquí os he dado unos breves datos históricos. Ahora os voy a contar la leyenda de la cabeza del rey don Pedro.

Dicen las crónicas que el rey don Pedro era muy mujeriego, y que solía salir por las noches para visitar las alcobas de sus amantes. Una noche se encontró con uno de sus enemigos, don Luís de Guzmán, hijo del conde de Niebla. La ira se desató y las espadas chocaron en el silencio de la noche. El ruido despertó a una anciana vecina que, movida por la curiosidad, se asomó a la ventana alumbrándose con su candil a tiempo de ver cómo uno de los contendientes, cuyo aspecto recordaba al mismo rey, mataba con su espada a su oponente. La anciana, alarmada, volvió a cerrar la ventana pero, con tan mala fortuna, que se le cayó el candil a la calle. A la mañana siguiente, los familiares del difunto se presentaron ante el rey para exigir justicia. El rey prometió hacer lo posible por encontrarlo y concluyó: "Cuando se halle al culpable, haré poner su cabeza en el lugar de la muerte". Al cabo de unos días, se trajo al juicio a la anciana que había sido testigo del duelo. La pobre mujer, a pesar de admitir que había visto lo sucedido, se negaba a contar lo que sabía. El rey, finalmente, se dirigió a ella en privado y le dijo: "Dinos a quién viste en el duelo y no te ocurrirá nada". La anciana, viendo un espejo grande que estaba colgado en la pared, dijo: “Señor, si os asomáis a ese espejo, veréis a la persona que dio muerte a don Luis de Guzmán”. Al día siguiente, el Alguacil Real, acompañado de un pregonero y una escolta de soldados armados con lanzas y espadas, recorrió las calles de Sevilla escoltando un carro sobre el que iba un cajón de madera sólidamente clavado con gruesos clavos. El pregonero gritaba un pregón que decía: “Esta justicia manda hacer el Rey nuestro Señor. La cabeza del hombre que mató a don Luis de Guzmán, metida en este cajón, será puesta en el mismo lugar donde se consumó aquella muerte. Y manda el Rey que nadie sea osado de intentar abrir la dicha caja, so pena de muerte y confiscación de sus bienes”. Llegados al lugar de los hechos, unos albañiles abrieron una hornacina o hueco en el muro de una casa, colocaron allí el cajón de madera, y para que nadie pudiera intentar quitarlo de allí le pusieron por delante una fuerte reja de hierro empotrada en la pared.


Estatua de mármol del rey don Pedro

A los ocho años de estos hechos, el rey fue asesinado. Tan pronto como se supo en Sevilla la noticia, los Guzmanes mandaron abrir aquel cajón de madera. Con gran sorpresa de todos apareció la cabeza de mármol de una estatua del rey don Pedro. El monarca había cumplido su palabra de poner allí la cabeza del asesino, pero no de carne y hueso, sino de mármol.


Casa con la hornacina en la actualidad


Y allí está todavía, y la podemos ver si vamos a la calle que por eso se llama hoy calle de la Cabeza del Rey don Pedro. Al lado se encuentra una calle estrecha y sinuosa llamada Candilejo, en recuerdo del candil que se le cayó de la ventana a la anciana.



© David Calvo Clemente