Érase una vez una rana que de pequeña siempre se había dedicado a trabajar. Cuando se hizo mayor era la más trabajadora. No había un trabajo que no terminase, y todos los hacía bien. Cuando limpió el estanque, lo dejó tan bonito que el rey no se creía que era su estanque. Al saber quién era la rana que lo había limpiado la nombró su secretario.
Con el tiempo, al ver que ella lo hacía todo y el rey no hacía nada, se enfadó y protestó al pueblo. Se quería ir.
Al ver que todos le querían y todos coreaban su nombre, el rey sabía que le quedaba poco. Nombró rey a la rana más trabajadora. A todos les gustó la decisión y coreaban su nombre: "¡Gustavo, rey Gustavo!".